La salsa de Nueva York no ha cambiado; Yuri Buenaventura viene de allí, de esa salsa angulosa y sensual, romántica y combativa de los álbumes históricos de la Fania All Stars.
«Hablar del origen de esta música es hablar de los españoles que dejaron su país para buscar una nueva vida y se perdieron en la selva entre mosquitos y serpientes; de los africanos que fueron lanzados a barcos y azotados para que trabajaran; de los amerindios agredidos por el mal absoluto con su cruz, que los masacraba porque creían en los dioses del río y del sol. Y luego, dentro de esta tragedia, otra tragedia: el éxodo de puertorriqueños, cubanos y dominicanos, dejando su isla bajo el sol para ir al invierno de los barrios humildes de Nueva York. Pues bien, la salsa de Nueva York es esa música». Cuando el gran público lo descubrió en Francia con su extraordinaria versión de Ne me quitte pas en 1996, Yuri Buenaventura abrió las puertas a un renovado interés por la música latina, pero siempre insistiendo en sus raíces, inseparables de su historia. «Negarse a dejar que la inteligencia artificial escriba la música, llevar un traje para dar un concierto, es rendir homenaje a Dizzy Gillespie, John Coltrane, Miles Davis, a quienes se les pedía que entraran por la puerta trasera de los clubes para blancos, y que no podían dormir en los hoteles donde tocaban porque no se permitían negros en las habitaciones».
Aprovechemos: la salsa, incluso la romántica, es historia que se baila.